Ir al contenido principal

Cuando hay que pasarla bien por obligación

Encontré el blog The Conversation, de Harvard Business Review, una entrada muy interesante acerca de la tendencia a trabajar con "las emociones" de las personas en las organizaciones para hacer que "se diviertan" o al menos la pasen bien. El autor, cuya perspectiva comparto cien por ciento, aporta argumentos para pensarlo dos veces antes de obligar a la gente a participar en "dinámicas" (que al menos en mi experiencia casi siempre son puras tonterías).


The Problem of Forced Fun
January 25, 2010
by Grant McCracken

Visitors touring the Zappos headquarters in Las Vegas are greeted noisily. Staffers blow horns and ring cowbells to bid them welcome.

This sort of thing puts my teeth on edge. Call me a grinch. Call me a humorless, life-hating, stick in the mud, but commandeering personal emotions in the interest of forced conviviality seems to me wrong. I believe emotions are
mostly a private matter and should not be controlled by the corporation.

Mind you, I don't go so far as to say that any emotion volunteered on the job is a violation of personal autonomy. (Arlie Russell Hochschild flirts with this position in his book, The Managed Heart: Commercialization of Human Feeling.) I am quite happy to make myself agreeable on the job. Good humor is a solvent. Cheerfulness is extraordinary added value.

But clearly there are moments when the corporation goes too far. Comedians have long made fun of the airline staff member who wishes everyone farewell with real feeling, in very quick succession. Can sincerity be serial, we wonder.

Movies now take pot shots at companies that extract emotion from their employees. Office Space makes sport of the badges (or "flair") certain restaurant employees are obliged to wear. Jennifer Aniston's character wears 15 badges but she is told that this is the "minimum" she needs to "express herself." As the manager patiently explains,
"People can get a cheeseburger anywhere. They come to Chockees for the atmosphere and the attitude." This sort of thing is routinely excoriated in popular culture. Witness The Office (British and American versions), the comedies of Judd Apatow, the comedic work of Lorne Michaels (Saturday Night Live) and Tina Fey (30 Rock) and much of the culture produced by people under 40.

Our culture cares increasingly about authenticity. Indeed, thanks to the work of Joseph Pine and James Gilmore, authenticity has become a watchword in the world of marketing. In this new cultural convention, being really excited all the time is patently inauthentic, not least because we know that peak moments of emotion are by their nature occasional. So when we ask our staff to roll out the bonhomie, some employees now believe they are being asked to be inauthentic.

But there is a deeper problem. When we commandeer the emotional lives of our employees we waste a valuable resource. Left to their own devices, employees represent a wonderful variety of attitudes, interests and activities. They are in fact a very good opportunity for the corporation to survey what is happening "out there" in the world. When we ask them to be outward facing ambassadors for the corporation, we flatten their naturally occurring variety, making it much more difficult for them to serve as inward facing ambassadors for the world.

To navigate the turbulent waters of contemporary markets, the corporation needs to use every resource at its disposal. Forced fun may make the corporation more agreeable, but it also makes it less well-informed and less responsive.

Grant McCracken is a research affiliate at MIT and the author of Chief Culture Officer (Basic Books).


Cuando se indaga con honestidad y seriedad, es común encontrar que muy poca gente se entusiasma con los esfuerzos "motivacionales" de las empresas. Casi siempre se comentan con sarcasmo, porque suelen ser vistos como inútiles, bobos y a veces hasta ofensivos.
Igual sucede en las despedidas de solteros/as, fiestas de fin de año y otros eventos en los que hay que pasarla bien a huevo (diríamos en México). Los esfuerzos en este sentido no resultan tan agradadables ni tan divertidos como sus organizadoras (por lo común son mujeres) piensan.
Si no me crees, pregunta.

¿Entonces? ¿Qué se puede hacer para tener un buen ambiente de trabajo que propicie actitudes positivas que se reflejen en el trabajo y sobre todo en el trato con los clientes? Generar las causas de un buen ambiente y dejar que éste se dé como consecuencia. No es fácil en todos los casos, pero siempre será mejor que el entusiasmo y la alegría fake.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Consistencia

Hace 2,000 años Séneca, el filósofo romano, explicaba la honestidad a uno de sus discípulos en los siguientes términos: "Éste debe ser nuestro principal empeño: decir lo que sentimos y sentir lo que decimos; que nuestro lenguaje concuerde con nuestra vida. Ha cumplido con su cometido aquel que sigue siendo el mismo cuando lo ves y cuando lo escuchas. Veremos qué cualidades y qué capacidades tiene: pero que sea uno y el mismo. Nuestras palabras no tienen que agradar: tienen que ser de provecho". Casi 20 siglos después estas ideas no sólo siguen siendo vigentes, sino que seguramente resultarán bastante más significativas para muchos, por la grave crisis de valores que vivimos en la sociedad . La credibilidad, el crédito que concedemos a lo dicho por otras personas, es un recurso escaso hoy dia no únicamente para individuos, sino para grupos, empresas, medios de comunicación e incluso gobiernos. No se diga políticos y sus partidos. Ya no le creemos a casi nadie. Y no es un asunt

Marca-país: España

Empresa y país La marca España cerró hace tiempo el servicio de atención al cliente Juan José Millás 12 ABR 2013 - 00:00 CET ¡Ah, la marca España, la puta marca España! ¡Qué hallazgo, lo de asociar un país con un producto de consumo! Había que venderla, pues, con las técnicas agresivas con las que se vendía un coche, una lavadora, una tendencia. El objetivo, de acuerdo con la jerga del márquetin, era convertirla en una marca “aspiracional”. Que uno deseara tener títulos de esa empresa como otros se mueren por pertenecer al Club de Campo (aunque luego no paguen). ¡La marca España! El pobre Margallo todavía sueña con una campaña como la de Fanta, que se enfrentó valientemente al prestigio de las bebidas con burbujas y ganó una batalla, aunque parece que perdió la guerra: pagafantas ha devenido en sinónimo de idiota. Quizá haya llegado el momento de dejar de ser un producto de consumo para ser de nuevo un país (si alguna vez lo fuimos), una familia, permítanme la afectación, donde, más

Más sobre la comunicación de La Costeña

Un par de muestras más para confirmar el escaso talento de la gente de La Costeña para la comunicación y el pobre apoyo que recibe de sus asesores en la materia. Ser un buen director de empresa, como seguramente es Rafael Celorio, no hace a nadie en automático un buen vocero. La lectura del documento en el video anterior lo prueba fehacientemente. Necesita desarrollo en esa línea o cederle los trastes a alguien con más recursos. Lo mismo puede decirse de las personas que lo acompañan en esta exposición. Son como robots, les falta chispa, pasión, argumentos que atrapen. La organización que publica el video de BTL le hace un flaco favor a la empresa y en particular al Sr. Celorio. La oficina de comunicación de La Costeña debería exigir su inmediata bajada de las redes. El tema del supuesto sabotaje a la línea de producción NO es de marketing ni de caída de ventas -al menos no hacia el público- sino de mantenimiento, QUE NO RECUPERACIÓN (ojo con el punto Don Rafael) de la c