
La fiesta terminó con esa noticia, y de regreso en el hotel la televisión confirmaba la terrible noticia y daba detalles del caso: un tipo solitario disparó a Lennon cuando bajaba de un taxi frente a su casa. Dormí poco. A la mañana siguiente, temprano, teníamos vuelo a Nueva York.
Tampoco olvidaré mi visita al Central Park y a la zona del edificio Dakota, frente al que Lennon fue baleado, el 9 de diciembre. El lugar estaba lleno de freaks, exóticos de la más diversa catadura, plañideras y azotados. Ya se sabe cómo son los gringos.
Yo no me azotaba, no lloraba, ni daba gracias a Dios o a la vida por la oportunidad de estar allí -en todo caso habría sido a Cervecería Moctezuma, que me envió al congreso y de cuyo presupuesto se pagó esa escala en NYC- ni nada de eso. Únicamente curioseaba, observaba, tomaba nota sin acabar de salir de mi perplejidad.
Por una de esas coincidencias que a veces nos presenta la realidad, unos días antes de la muerte del ex beatle había aparecido el número de enero de 1981 de Playboy con una excelente entrevista a John y Yoko. No hace falta decir que la edición se agotó de inmediato, pero yo había comprado un ejemplar dos o tres días antes, particularmente interesado en esa entrevista. Todavía lo conservo.
Para cerrar este mini homenaje, la canción que Harrison compuso a la memoria de Lennon, recuperada de un concierto en 1991. El audio es malón y el video pésimo, pero la versión es de primera, por la breve introducción a la canción y sobre todo por la actuación de Eric Clapton, inconfundible, en el requinto.
…
Comentarios
Publicar un comentario