- Paciente. El tema de la semana, para el titular de este blog, se llama bronquitis. Tres días de cama (con el cerebro out of order, o sea que ni para leer a gusto) y cuatro guardado, hasta el momento --más los inevitables medicamentos en dosis que siempre parecen masivas--, y no acabo de cantar victoria. Record Guiness de la tos. Tiempo de examen de conciencia y dolor de los pecados.
- Viví una coincidencia de esas que emocionan a mis amigas con inclinaciones New Age. Hace un rato me encontraba pensando en lo fastidoso que me resultó cumplir con la recomendación médica de no bañarme un día, por aquello de evitar enfriamientos innecesarios, cuando de pronto en la página 34 del Milenio de hoy me encontré con una nota en cuya cabeza se lee: "Los ingleses no se bañan".
- Los datos. De acuerdo con la información contenida en esa nota, en una encuesta realizada entre tres mil personas por la compañía farmacéutica local Milton, seis millones de británicos no se lavan las manos luego de ir al baño y más de medio millón sólo se cambia la ropa interior una vez al mes, según un sondeo. Esto último suena imposible, pero tomo los datos tal cual están publicados por Milenio.
- Adicionalmente, más de un tercio de los británicos admitió que no se baña todos los días y 27 por ciento dijo que recogía el alimento que se caía al piso y lo comía (quién sabe cuál sea la relación de una conducta con la otra, así viene la nota). El sondeo halló que los londinenses y los escoceses eran los más limpios: 68 por ciento dijo bañarse a diario. No obstante, la capital inglesa también presentó el mayor porcentaje de personas que sólo se baña ¡una vez al mes!
Hace 2,000 años Séneca, el filósofo romano, explicaba la honestidad a uno de sus discípulos en los siguientes términos: "Éste debe ser nuestro principal empeño: decir lo que sentimos y sentir lo que decimos; que nuestro lenguaje concuerde con nuestra vida. Ha cumplido con su cometido aquel que sigue siendo el mismo cuando lo ves y cuando lo escuchas. Veremos qué cualidades y qué capacidades tiene: pero que sea uno y el mismo. Nuestras palabras no tienen que agradar: tienen que ser de provecho". Casi 20 siglos después estas ideas no sólo siguen siendo vigentes, sino que seguramente resultarán bastante más significativas para muchos, por la grave crisis de valores que vivimos en la sociedad . La credibilidad, el crédito que concedemos a lo dicho por otras personas, es un recurso escaso hoy dia no únicamente para individuos, sino para grupos, empresas, medios de comunicación e incluso gobiernos. No se diga políticos y sus partidos. Ya no le creemos a casi nadie. Y no es un asunt
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