El fin de año es una época de particular riqueza, y de no poco solaz y esparcimiento, para los interesados en el tema de los usos y costumbres empresariales, o sea de la cultura organizacional.
Diciembre es sin duda el mes más cargado de rituales. Y nadie se salva. Quien más, quien menos, todos tenemos de perdida un brindis para reunirnos con los compañeros de trabajo, con el pretexto del cierre de año y buscando la oportunidad para intercambiar abrazos y buenos deseos. Con motivos y objetivos muy similares, si no es que idénticos, en el extremo "de alto standing" encontramos comidas o cenas con buenas viandas y abundante bebida, además de música para bailar y rifas de aparatos electrónicos.
Cualquiera que sea el nivel, se trata de reuniones altamente ritualizadas. Sabemos a qué vamos, que debemos hacer y qué no, qué podemos esperar de los demás y hasta qué vamos a comer. Las variantes suelen darse dentro de marcos estrechos: no hay novedad y cuando la hay casi siempre es por efecto de algún imprevisto y no suele ser para bien de la reunión. La estabilidad es un valor entendido.
Hasta la "transgresión", algo probable en la medida en que se consume alcohol, es predecible. Las torpezas, deslices, pérdidas de compostura, "regadas de tepache" y "osos" siempre tienen sentido en el contexto de la reunión. Es rarísimo lo totalmente inesperado.
De hecho, estas fiestas se parecen bastante entre sí en lo esencial. El reto para el estudioso de la cultura es detectar las diferencias, entre las de una y otra empresa, y encontrarles valor de significado en el marco amplio de los patrones de comportamiento de la gente en la organización.
No sólo lo idiosincrático y lo diferente retratan la cultura organizacional. También lo ritualizado y lo predecible. Es todo el paquete completo el que revela patrones y adquiere sentido, el que cuenta parte de la historia de la organización.
En estas fiestas, yo me planteo preguntas como las siguientes:
Diciembre es sin duda el mes más cargado de rituales. Y nadie se salva. Quien más, quien menos, todos tenemos de perdida un brindis para reunirnos con los compañeros de trabajo, con el pretexto del cierre de año y buscando la oportunidad para intercambiar abrazos y buenos deseos. Con motivos y objetivos muy similares, si no es que idénticos, en el extremo "de alto standing" encontramos comidas o cenas con buenas viandas y abundante bebida, además de música para bailar y rifas de aparatos electrónicos.
Cualquiera que sea el nivel, se trata de reuniones altamente ritualizadas. Sabemos a qué vamos, que debemos hacer y qué no, qué podemos esperar de los demás y hasta qué vamos a comer. Las variantes suelen darse dentro de marcos estrechos: no hay novedad y cuando la hay casi siempre es por efecto de algún imprevisto y no suele ser para bien de la reunión. La estabilidad es un valor entendido.
Hasta la "transgresión", algo probable en la medida en que se consume alcohol, es predecible. Las torpezas, deslices, pérdidas de compostura, "regadas de tepache" y "osos" siempre tienen sentido en el contexto de la reunión. Es rarísimo lo totalmente inesperado.
De hecho, estas fiestas se parecen bastante entre sí en lo esencial. El reto para el estudioso de la cultura es detectar las diferencias, entre las de una y otra empresa, y encontrarles valor de significado en el marco amplio de los patrones de comportamiento de la gente en la organización.
No sólo lo idiosincrático y lo diferente retratan la cultura organizacional. También lo ritualizado y lo predecible. Es todo el paquete completo el que revela patrones y adquiere sentido, el que cuenta parte de la historia de la organización.
En estas fiestas, yo me planteo preguntas como las siguientes:
- ¿Hay una sola fiesta o hay fiestas por niveles, áreas, unidades operativas u otra distinción? Si hay más de una fiesta ¿son iguales o diferentes? ¿En qué radican las diferencias?
- ¿Alguien habla? ¿Por qué habla(n) esa(s) persona(s) y no otra(s)? ¿Cuándo habla(n)? ¿Qué dice(n)? ¿Cuál es la respuesta de la concurrencia?
- ¿Se hace un recuento de logros y fracasos del año? ¿Se habla del futuro?
- ¿Se aprovecha la oportunidad para otorgar algún reconocimiento a alguien? ¿A quién? ¿Qué tipo de reconocimiento?
- ¿Qué le quiere decir la empresa a su personal (y los demás invitados, si los hay) con la elección del lugar para la fiesta?
- ¿Hay alcohol? ¿Cuánto? ¿Cuándo? ¿Qué produce en el ambiente? ¿Alguien pierde el control? ¿Quién? ¿Cómo se maneja la situación? ¿Hay seguridad para evitar la conducción de automóviles, u otros riesgos, en estado de ebriedad?
- ¿Qué nos dice la elección de la comida?
- ¿Cómo se acomoda la gente en las mesas, o en el local cuando no hay mesas? ¿Quién se sienta con quién?
- ¿Hay música? ¿De qué tipo? ¿Se baila?
- ¿Cómo influyen los niveles, jerarquías y áreas de responsabilidad en las interacciones? ¿Cómo se trata a las mujeres? ¿Y a los jovenes o viejos o fuereños?
- ¿Hay rifas o regalos? ¿Qué se regala? ¿A quién(es)?
- ¿A qué hora termina la fiesta? ¿Se "la siguen" en otra parte? ¿Quiénes? ¿Dónde?
Las respuestas a estas y otras preguntas expresan valores reales, vivos, actuantes. Las fiestas de fin de año, esta muestra única de "nuestra manera de ser", hablan de la cultura de la organización como ningún otro evento. Para quien aprende a leer en el libro del comportamiento, entre brindis y brindis, abrazo y abrazo, la cultura se revela con gran colorido e intensidad.
¿Cómo fue la fiesta de tu empresa este fin de año? Cuéntanos.
La foto fue tomada prestada de istockphoto
pobres pendejos
ResponderBorrar