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Un propósito = cero propósitos

Nunca he sabido de alguien que haya logrado cumplir a satisfacción siquiera uno de sus propósitos de año nuevo. Sin embargo, casi todo mundo a mi alrededor sigue haciendo la lista de propósitos cada diciembre, a sabiendas de que nada va a cambiar y a pesar de la posible frustración y pérdida de autoestima, cuando no de prestigio, que conlleva enfrentar la propia incapacidad para modificar las cosas.
Si de veras crees que este año va a ser distinto, e insistes en hacerte los propósitos de siempre --porque, para acabarla de amolar, suelen ser los mismos al paso del tiempo--, te puede resultar ilustrativa y útil la nota "Año nuevo vida nueva, pero esta vez de verdad", que publica hoy El País. Además, puedes hacerlo divertido participando en el New Year's Resolutions Experiment (que se explica en la misma nota). Esto tiene una ventaja adicional: quizá el saber que alguien le va a dar seguimiento a tu determinación, desde el Reino Unido, te dé fuerza para lograrlo.
Sin embargo, lo más práctico es seguir el método que propongo aquí. Consiste en hacerse sólo un propósito --sólo uno-- pero muy firmemente: no hacer propósitos para este año. O sea, para que quede bien claro, que el propósito es no hacer propósitos. Suena a paradoja pero no importa, es perfectamente posible.
Si uno se propone no proponerse nada, a las 12 de la noche de 31 de diciembre habrá logrado su propósito, podrá sentir la inmensa --pero efímera y un poco estúpida, la verdad sea dicha-- satisfacción de ¡por fin! haber cumplido un propósito de año nuevo, y quedará en condiciones de enfocar su atención, de ahí en adelante, en cosas más interesantes y productivas.
Recuerda: un propósito = cero propósitos. Dejémonos de cosas y simplemente tratemos, día tras día durante todo 2008, de ser tan felices como podamos.

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