- Gracias, American Express, por ayudarnos a madrugar. Eso no tiene precio.
Hoy es sábado. La semana que está terminando ha sido particularmente pesada y mi esposa y yo decidimos que dormiríamos hasta más tarde que de costumbre, para descansar. Mi hijo llegó en la madrugada, de una fiesta, y seguramente despertaría no antes de las 11:00. Ese era el plan: ejercer el derecho al descanso.
Pues bien, a eso de las 8:30 sonó el teléfono, despertándome con el sobresalto que casi siempre conlleva una llamada a mitad del sueño. Una voz masculina pregunta por mi esposa –por su nombre- identificándose como alguien que llama de parte de American Express. Cuelgo la bocina e inmediatamente vuelve a sonar: el mismo tipo, quien responde con cinismo “sábado, 8.35, ¿por qué?” cuando pregunto si sabe el día y hora que es. Le digo que no tiene derecho a interrumpir el sueño de nadie y cuelgo. Vuelve a sonar. Descuelgo y cuelgo. Vuelve a sonar. Evidentemente, es una máquina de remarcado. Al final, tuve que desconectar el teléfono durante un buen rato para poder tener un poco de paz. Pero el sueño de todos en esta casa se había ido.
No es la primera vez. De hecho es común recibir llamadas de telemarketing en sábado. Casi todas son ofertas de servicios financieros y la mayoría son a nombre de American Express. Esta es una de las razones por las que nunca tendré un plástico de esa marca.
El telemarketing es una de las caras más oscuras del marketing. En uno de sus extremos, es un trabajo horrible, mal pagado y en algunos casos esclavizante. Para los operadores debe ser terrible la conciencia de molestar al que está del otro lado de la línea, y es seguro que reciben cientos o miles de respuestas menos educadas que la mía. Viven una situación laboral nada agradable. Pobre gente.
En el otro extremo del proceso está alguien a quien se agrede interrumpiéndolo, robándole tiempo, ofreciéndole algo que no pidió y que lo más probable es que no necesite.
Es claro que alguien debe comprar lo que se le vende vía telemarketing. De otro modo, no existiría esta actividad. No me extrañaría que en muchos casos sea por incapacidad de decir ¡no! a alguien entrenado en ventas.
Es una actividad que huele mal por todos lados. En lo personal, por principio no escucho llamadas de telemarketing –se lo explico al vendedor con la mayor amabilidad posible, porque a fin de cuentas esa persona qué culpa tiene- y cuelgo. Por principio, también, no compro un producto o servicio que se anuncie por este canal.
Hoy, pregunto a American Express si esta agresión a la población es consistente con sus valores, su estrategia de “responsabilidad social corporativa” y sus esfuerzos de gestión de la reputación de la empresa.
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Telemarketing abusivo
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Totalmente demagógico tu comentario y conocimiento de ese sector
ResponderBorrarGracias por comentar.
ResponderBorrarEn este blog no dialogamos con anónimos.
q pendejo, el slogan de "no tiene precio" es de Master Card, se nota q eres conocedor jaja
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