Las emociones son lo de hoy en el terreno de la comunicación. En absolutamente todos sus frentes -desde la comunicación política hasta el liderazgo empresarial, pasando por la publicidad, el marketing, las relaciones públicas y la comunicación interpersonal-, emocionarse, emocionar y lo emocionante se han convertido en obligatorios si de lo que se trata es de “impactar” a los receptores.
No es algo nuevo, en lo absoluto pero hasta hace poco los integrantes de las audiencias preferíamos pensar que en alguna medida las emociones de los emisores, y los hechos y situaciones que nos emocionaban, eran reales. Hoy sabemos que casi todo lo emocionante que se nos presenta en los medios y en el discurso político, por referirnos solo a dos ámbitos de la comunicación son recursos fríamente calculados que obedecen a propósitos concretos (vendernos alguna cosa, convencernos de algo o hacer que nos comportemos de determinada manera). Lo sabemos, pero con muchísima frecuencia optamos por emocionarnos de todos modos, como la señora que llora con las telenovelas, los antiguos griegos ante las tragedias de Sófocles o el público europeo que hace cosa de 500 años se encendía tanto en el teatro que gritaba, pedía repeticiones de escenas particularmente intensas, podía agredir a los actores e incluso llegaba a subir al escenario a participar en la puesta en escena.
En esta línea de ideas, ¿recuerdan el informe del presidente López Portillo del 1 de septiembre de 1982? Aunque usted no lo crea… el mandatario ¡lloró!
Pero no solo podía ser llorón, sino muchas otras cosas, entre ellas un viejito caliente y tal vez hasta romántico. (El blog que narra su vida, del que tomé la foto de abajo, es rosa).
En fin, este tema que no es nuevo sino que se renueva con gran vigor despierta mucho interés: volveremos sobre él recurrentemente en este blog, para tratar de entenderlo.
Con el propósito de comenzar de manera sencillita y ojala que participativa, proponemos a nuestros lectores algunas definiciones elementales y les solicitamos que nos ayuden a enriquecerlas. Quienes digan que sí, pueden canalizar sus aportaciones a través del espacio de comentarios de esta entrada, que se localiza haciendo clic en la barra que se encuentra inmediatamente después del texto.
1.- ¿Qué son las emociones?
Son alteraciones del estado de ánimo provocadas por hechos o estímulos internos o externos que provocan cambios en el comportamiento. Si aprendemos a manejarlas, podremos mantener relaciones más sanas en todos los ámbitos en los que interactuamos.
2.- Cómo influyen las emociones en nuestra vida
Las reacciones que provoca el estado de ánimo alterado de una persona afectan sus relaciones en los ámbitos familiar, social y laboral, pueden provocarle estrés y desequilibrios. A ello se suma la afectación de los entornos en los que participa.
3.- Qué es la inteligencia emocional
Es un término aculado por los psicólogos estadounidenses Peter Salovey y John Mayer y popularizado por Daniel Goleman. De acuerdo con los especialistas, la inteligencia emocional es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados de ánimo propios y ajenos.
4.- ¿Qué papel juegan las emociones en el entorno laboral?
La inteligencia emocional contribuye a crear un clima propicio para el desarrollo del capital humano. Cuanto más complejo es un proyecto, más importante es la inteligencia emocional, pues ésta permite la aplicación de los conocimientos y la técnica en el mejor entorno.
5. - ¿Cómo debe manejar sus emociones un líder?
El líder tiene la doble responsabilidad de controlar sus propias emociones para evitar que afecten al clima de trabajo del equipo, y al mismo tiempo saber intervenir para conocer y manejar las emociones de sus colaboradores.
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Una prueba más de la omnipresencia de las emociones en el contexto de la comunicación. Tomé está foto del muro de facebook de mi querida colega Gabriela Medina. Sé muy bien que una imagen humorística (bueno, eso creo), pero “entre broma y broma…”
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