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El valor del ejemplo

El sábado pasado asistí al VII Reencuentro de Exalumnos de la Universidad Iberoamericana, mi alma mater. La reunión, que este año convocó a cerca de 900 personas, consistió en un desayuno en la Hacienda de Los Morales que incluyó lo previsible: nostalgia, abrazos, risas, chismes, canas y arrugas en los compañeros (no tanto en uno mismo), un video que hizo saltar las lágrimas a varios, la rifa (en la que yo no gané nada) y un par de discursos. Estuvo muy bien. De aquí en adelante no pienso perderme uno solo.
Para el registro de entrada tuve que hacer como 15 minutos de cola, básicamente debido a la falta de previsión de quienes no anotaron sus datos al reverso de los boletos --como claramente se solicitaba-- y tenían que hacerlo en el mostrador de atención. Una espera fastidiosa. Pues resulta que cinco o seis lugares adelante de mí, en la fila, vi a José Morales, el rector, ¡esperando su turno para entrar como cualquier otro asistente!
Nada de trato preferencial, nada de VIP, nada de que pase usted primero, ni pensar en "escoltas" empujando a la gente para colar al patrón... Con todos y como todos (bueno, la verdad es que no sé cómo le hicieron los otros "VIPS" de la reunión, espero que igual). ¡Qué categoría!
Por eso, entre otras cosas, siento tanto respeto por mi rector.

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