Este asunto del nombramiento de Virgilio Andrade (¿será pariente cercano de JoJoJorge Falcón?) como secretario de la función pública nos pone a pensar, de nuevo, si es cierto que los mexicanos en general rechazan la corrupción y se encuentran hartos de la situación. Yo no estaría tan seguro porque de ella medran, de muchas formas, millones de compatriotas que no son tontos aunque les encante navegar con esa bandera. Creo que de lo que está harta la población es del nivel de abuso de las "autoridades", del robo "excesivo" y descarado (pornográfico, sin la mínima elegancia), de la constante extorsión más allá de los límites tolerables y probablemente de la falta de participación en el botín. Además de la insultante desigualdad, por supuesto. No en sí de la corrupción y mucho menos desde una perspectiva de moralidad. Por eso, pongo otra hipótesis sobre la mesa: los mexicanos en realidad admiran a los corruptos, los que supieron "hacerla" con el "hueso", y los que saben y pueden mover la maquinaria política y administrativa a su favor por medio de dádivas, componendas y compadrazgos. Por esta razón les permiten seguir en sus puestos y hacer carrera, y votan por ellos. Un buen día llegará al erario alguno de la familia y entonces va a haber pa'todos.
Dice la gente: "no le pido a Dios que me dé, sino que me ponga donde hay". Dijo hace poco Hilario Ramírez Villanueva, entonces candidato independiente a presidente municipal de San Blas, Nayarit, refiriéndose a un cargo anterior: “¿Que le robé a la presidencia? Sí le robé. Sí le robé. Poquito porque está bien pobre. Le di una rasuradita, nomás una rasuradita. Pero lo que con esta mano me robaba, con la otra se lo daba a los pobres”. Cínico y mentiroso hasta el extremo, pero él fue quien gano las elecciones con 40% de la votación.
Pocos meses atrás el presidente Peña Nieto declaró que en México la corrupción es un fenómeno cultural. Tendría mucha razón de haber hablado como antropólogo, pero es un político. El seguramente sabrá del tema.
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