- El fantasma de "la excelencia". Enciendo el radio hoy en la mañana, sin reparar en la estación (debe haber sido W Radio), y me encuentro ni más ni menos que con el inefable Miguel Ángel Cornejo. ¡Qué esperpento! ¿Alguien lo recuerda? Se trata del rey de los merolicos, que alguna vez llenó el Auditorio Nacional de aspirantes a personas de excelencia (¡pobre pueblo ingenuo!), aquel ochentero amo del lugar común y de la verborrea inagotable pero vacía de contenido, el refritero con sensibilidad mediática que nunca aportó nada trascendente al desarrollo personal y menos al organizacional. Hace mucho que no oía nada de él. Si no recuerdo mal, alguna vez tuvo una participación relevante (por el foro, no por lo que se decía en su sección) en Monitor, el entonces influyente programa de José Gutierrez Vivó. Escucharlo en domingo por la mañana, en un programa para señoras me da pena, pero por las señoras.
Hace 2,000 años Séneca, el filósofo romano, explicaba la honestidad a uno de sus discípulos en los siguientes términos: "Éste debe ser nuestro principal empeño: decir lo que sentimos y sentir lo que decimos; que nuestro lenguaje concuerde con nuestra vida. Ha cumplido con su cometido aquel que sigue siendo el mismo cuando lo ves y cuando lo escuchas. Veremos qué cualidades y qué capacidades tiene: pero que sea uno y el mismo. Nuestras palabras no tienen que agradar: tienen que ser de provecho". Casi 20 siglos después estas ideas no sólo siguen siendo vigentes, sino que seguramente resultarán bastante más significativas para muchos, por la grave crisis de valores que vivimos en la sociedad . La credibilidad, el crédito que concedemos a lo dicho por otras personas, es un recurso escaso hoy dia no únicamente para individuos, sino para grupos, empresas, medios de comunicación e incluso gobiernos. No se diga políticos y sus partidos. Ya no le creemos a casi nadie. Y no es un asunt...
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