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En una muy interesante aportación de Big Think, Roger Martin, Dean de la Rotman School of Management, reflexiona sobre el sentido que puede tener para los jóvenes que ingresan hoy al mundo del trabajo esforzarse por dar utilidades a esos oscuros personajes denominados "los accionistas".
"Let me get this straight. I’m supposed to come to work with you and work every day with the singular goal of maximizing the value for faceless, nameless people who could blow us off in a nanosecond if they had a bad hair day. Am I right?"
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Sus planteamientos me parecen absolutamente pertinentes, pero no sólo en relación con los jovencitos millenials que hacen su debut en los campos de batalla laborales, sino en general con toda la fuerza de trabajo asalariada. Seamos sinceros: ¿qué motivación real puede haber en el hecho de enriquecer a los accionistas de las empresas? Ciertamente, no se trata de una causa noble, ni de algo que vaya a hacer mejor el mundo en el futuro, ni de un asunto que pueda contar con orgullo a mis amigos (sin correr el riesgo de que piensen que perdí el juicio). Los únicos verderamente motivados por arrimar ganancias a los accionistas son aquellos cuyas posiciones -es decir cuyas ganancias- dependen directamente de la voluntad de esos accionistas: los presidentes y directores generales de las empresas, algunos directores de segundo nivel, ciertos asesores y consejeros, y pocos más.
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Pero la pérdida de significado del trabajo no tiene que ver exclusivamente con esto, sino que setrata de un fenómeno con muchas facetas que hay que analizar con detalle y poco a poco para comprenderlo en su justa dimensión.
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