Nunca olvidaré la frase "John Lennon shot dead in New York City" con la que en el sonido local de la discoteca Jason's de Boston, donde nos encontrábamos con un grupo de colegas asistentes a un congreso de la ASTD, se anunció la muerte de una de las figuras más influyentes de mi juventud temprana.
La fiesta terminó con esa noticia, y de regreso en el hotel la televisión confirmaba la terrible noticia y daba detalles del caso: un tipo solitario disparó a Lennon cuando bajaba de un taxi frente a su casa. Dormí poco. A la mañana siguiente, temprano, teníamos vuelo a Nueva York.
Tampoco olvidaré mi visita al Central Park y a la zona del edificio Dakota, frente al que Lennon fue baleado, el 9 de diciembre. El lugar estaba lleno de freaks, exóticos de la más diversa catadura, plañideras y azotados. Ya se sabe cómo son los gringos.
Yo no me azotaba, no lloraba, ni daba gracias a Dios o a la vida por la oportunidad de estar allí -en todo caso habría sido a Cervecería Moctezuma, que me envió al congreso y de cuyo presupuesto se pagó esa escala en NYC- ni nada de eso. Únicamente curioseaba, observaba, tomaba nota sin acabar de salir de mi perplejidad.
Por una de esas coincidencias que a veces nos presenta la realidad, unos días antes de la muerte del ex beatle había aparecido el número de enero de 1981 de Playboy con una excelente entrevista a John y Yoko. No hace falta decir que la edición se agotó de inmediato, pero yo había comprado un ejemplar dos o tres días antes, particularmente interesado en esa entrevista. Todavía lo conservo.
Para cerrar este mini homenaje, la canción que Harrison compuso a la memoria de Lennon, recuperada de un concierto en 1991. El audio es malón y el video pésimo, pero la versión es de primera, por la breve introducción a la canción y sobre todo por la actuación de Eric Clapton, inconfundible, en el requinto.
…
Comentarios
Publicar un comentario