Tener clase
Manuel Vicent
El País
07/03/2010
No depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida. Tener clase es un don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas sin que en ello intervenga su inteligencia, el dinero ni la edad. Se trata de una secreta seducción que emiten algunos individuos a través de su forma natural de ser y de estar, sin que puedan hacer nada por evitarlo. Este don pegado a la piel es mucho más fascinante que el propio talento. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal se deriva de la belleza moral, que desde el interior del individuo determina cada uno de sus actos. La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados. Tanto si es un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés, a todos les une una característica: son muy buenos en su oficio y cumplen con su deber por ser su deber, sin darle más importancia. Luego, en la distancia corta, los descubres por su aura estética propia, que se expresa en el modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír, de permanecer siempre en un discreto segundo plano, sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble, alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa, con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace. Este país nuestro sufre hoy una avalancha de vulgaridad insoportable. Las cámaras y los micrófonos están al servicio de cualquier mono patán que busque, a como dé lugar, sus cinco minutos de gloria, a cambio de humillar a toda la sociedad. Pero en medio de la chabacanería y mal gusto reinante también existe gente con clase, ciudadanos resistentes, atrincherados en su propio baluarte, que aspiran a no perder la dignidad. Los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda. Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos, son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado.
"...que aspiran a no perder la dignidad." Retomo ésta como la idea central de la nota para comentar que a mi juicio la clase en buena medida "se mama" en el seno familiar -las bases, al menos- pero es producto de una especie de autoconstrucción personal que tiene como base el respeto a sí mismo y la dignidad. El entorno en que se crece es fundamental, aunque no totalmente determinante, lo que hace que haya de cultural en el proceso de convertirse en alguien con clase. No puedo evitar pensar en la gente de Valladolid, de León o de Oviedo, y en México de Mérida.
Lo evidente es que la clase no se puede imitar ni comprar. Resultan patéticas las formas "educadas" entre quien no está habituado a ellas. Clase es elegancia, que a su vez es sencillez y discreción. Nada que ver con luxury brands (ositos, LV y esas cosas), ni siquiera con moda, y mucho menos con risitas ahogadas o los meñiques "erectos" cual falos adolescentes al tomar café o una copa.
La ausencia de clase es no clase, ni frío ni caliente, y su opuesto es lo que en México denominamos naquez.
Un ejemplo de las simplezas que suelen decir en torno al concepto de clase -que a los gringos se les atora notablemente- puede verse en el clip How to be classy de eHow. Enjoy!
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Manuel Vicent
El País
07/03/2010
No depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida. Tener clase es un don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas sin que en ello intervenga su inteligencia, el dinero ni la edad. Se trata de una secreta seducción que emiten algunos individuos a través de su forma natural de ser y de estar, sin que puedan hacer nada por evitarlo. Este don pegado a la piel es mucho más fascinante que el propio talento. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal se deriva de la belleza moral, que desde el interior del individuo determina cada uno de sus actos. La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados. Tanto si es un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés, a todos les une una característica: son muy buenos en su oficio y cumplen con su deber por ser su deber, sin darle más importancia. Luego, en la distancia corta, los descubres por su aura estética propia, que se expresa en el modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír, de permanecer siempre en un discreto segundo plano, sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble, alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa, con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace. Este país nuestro sufre hoy una avalancha de vulgaridad insoportable. Las cámaras y los micrófonos están al servicio de cualquier mono patán que busque, a como dé lugar, sus cinco minutos de gloria, a cambio de humillar a toda la sociedad. Pero en medio de la chabacanería y mal gusto reinante también existe gente con clase, ciudadanos resistentes, atrincherados en su propio baluarte, que aspiran a no perder la dignidad. Los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda. Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos, son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado.
"...que aspiran a no perder la dignidad." Retomo ésta como la idea central de la nota para comentar que a mi juicio la clase en buena medida "se mama" en el seno familiar -las bases, al menos- pero es producto de una especie de autoconstrucción personal que tiene como base el respeto a sí mismo y la dignidad. El entorno en que se crece es fundamental, aunque no totalmente determinante, lo que hace que haya de cultural en el proceso de convertirse en alguien con clase. No puedo evitar pensar en la gente de Valladolid, de León o de Oviedo, y en México de Mérida.
Lo evidente es que la clase no se puede imitar ni comprar. Resultan patéticas las formas "educadas" entre quien no está habituado a ellas. Clase es elegancia, que a su vez es sencillez y discreción. Nada que ver con luxury brands (ositos, LV y esas cosas), ni siquiera con moda, y mucho menos con risitas ahogadas o los meñiques "erectos" cual falos adolescentes al tomar café o una copa.
La ausencia de clase es no clase, ni frío ni caliente, y su opuesto es lo que en México denominamos naquez.
Un ejemplo de las simplezas que suelen decir en torno al concepto de clase -que a los gringos se les atora notablemente- puede verse en el clip How to be classy de eHow. Enjoy!
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ME gusta que la chica del video hable del buen gusto en el vestuario vestida con una playerita estampada con chalequito de casimir encima.
ResponderBorrarNo, si es que entendimos mal, lo importante es sentirte cómodo con lo que traes y caminar rígido y levantando la trompita...
CLAZZZZZZZZZY!!!!!
muy buen articulo me gusto
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