El tema de la corrupción, algo de lo que por desgracia sabemos mucho los mexicanos, no es un asunto privativo de los gobiernos de países subdesarrollados, sino un fenómeno que hoy día tiene como una de sus causas la actuación inmoral de muchas de las grandes corporaciones multinacionales. Así lo plantea Jeffrey D. Sachs, de la Universidad de Columbia, en “La ola de crímenes corporativos en la economía global”, un interesante artículo que encontré en Proyect Syndicate y del que saqué el siguiente extracto.
“La corrupción corporativa está fuera de control por dos razones principales. En primer lugar, las grandes empresas son hoy multinacionales, mientras que los gobiernos siguen siendo nacionales. Las grandes empresas son tan poderosas económicamente que los gobiernos tienen miedo de enfrentárseles.
“En segundo lugar, las empresas son los principales financiadores de las campañas políticas en lugares como los EE.UU., mientras que los políticos mismos son a menudo copropietarios, o por lo menos beneficiarios silenciosos, de los beneficios empresariales. Aproximadamente la mitad de los congresistas estadounidenses son millonarios, y muchos tienen estrechos vínculos con empresas incluso antes de llegar al Congreso.
“Como resultado, los políticos suelen mirar hacia otro lado cuando el comportamiento de las empresas cruza el límite. Incluso cuando los gobiernos tratan de hacer cumplir la ley, las empresas cuentan con ejércitos de abogados para hacer olas a su alrededor. El resultado es una cultura de la impunidad, con base en la expectativa bien demostrada de que el crimen corporativo paga.
“Dada la estrecha relación de la riqueza y el poder con la ley, poner freno a la delincuencia empresarial será una lucha enorme. Afortunadamente, el flujo rápido y generalizado de la información hoy en día podría actuar como una especie de elemento disuasivo o desinfectante. La corrupción florece en la oscuridad, y hoy más información que nunca sale a la luz a través del correo electrónico y los blogs, así como Facebook, Twitter y otras redes sociales.”
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Sería interesante comparar el desempeño de las empresas que caen en situaciones de escándalo por sus prácticas corruptas con sus declaraciones de valores, sus practicas de “transparencia” y hasta sus reportes de responsabilidad social y ambiental. El cinismo no es privativo de las “infanterías” organizacionales, sino que se da en todos los niveles e incluso tiene su veta “corporativa”, formal.
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