Entendemos como capital el conjunto de bienes que utilizamos con el fin de crecer o progresar. De la misma forma que se ha definido el capital financiero (‘lo que tienes’), el capital intelectual (‘lo que sabes hacer’) y el capital social (‘con quién te relacionas’), entendemos por capital psicológico el ‘cómo eres’, es decir, el conjunto de características positivas de personalidad que desplegamos en nuestra vida profesional. Puestas al servicio de los contextos de trabajo, dichas características pueden marcar una diferencia en los resultados que se consiguen. En concreto, hablamos de voluntad (motivación orientada al cumplimiento de un objetivo), optimismo realista (confianza en la resolución positiva de acontecimientos futuros), resiliencia (capacidad de afrontar sostenidamente condiciones adversas o arriesgadas) y autoconfianza (seguridad en las propias capacidades para conseguir las metas propuestas).
En el último número de Universia Knowledge Wharton nos topamos con un concepto muy interesante: el capital psicológico. Se trata de una idea en desarrollo que promete ser de gran utilidad en materia de gestión de personas en las organizaciones. Cristina Simón, decana de Psicología de IE University, lo explica de la siguiente manera (los resaltados son míos):
Muy interesante, complementa la teoría de Bourdie respecto a la construcción de clase social, ¿cómo se aplicará esto hablando de la sociedad en general y relacionado con la construcción de clases?, ¿serán las mismas características?
ResponderBorrarSuena muy interesante... habría que ver si las organizaciones migran un poco más a valorar el "capital psicológico", ya que pareciera qeu prima más el financiero, secundado por el relacional. Seguiré la huella. Paulina Villaseñor
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