Luis Rey Delgado García
Columna Para Reflexionar, de Milenio Laguna
2012-10-25
Algunas personas creen que debemos decir la verdad por amor a la verdad misma. Las chismosas del barrio dicen la verdad, dicen lo que saben apenas se enteran y se lo cuentan a quien esté a su alcance, sin embargo esto no es justo para la persona aunque sea justo para la verdad. Son las personas la verdadera razón por la que debemos decir la verdad; no por amor a la verdad, sino por amor al prójimo.
Necesitamos ser veraces porque toda buena relación humana se construye sobre la veracidad. Cuando abro la boca para hablarle a alguien, decido de forma instantánea que lo que salga de ella es lo que estoy realmente pensando o sintiendo. Y la persona que me escucha tiene el derecho de confiar en que mis palabras han de revelarle lo que pasa por mi interior.
La hipocresía, la simulación, la impostura, el fraude, el disimulo, la manipulación, el disfraz, nos impiden dar nuestra propia, libre y honesta respuesta a la realidad tal cual es. La mentira degrada a las personas que la escuchan, pues quién miente las trata como si no fueran maduras o capaces para confiarles la realidad. No necesitamos que nos protejan de la realidad con mentiras.
No tenemos derecho a contar todas las verdades que están en nuestra mente. Una verdad que me ha sido confiada de buena fe; una verdad que prometí no contar, es una verdad que no tengo derecho a expresar. La verdad que ayuda a alguien que lo necesita es la única verdad que tengo derecho a contar. La verdad que el otro necesita a fin de poder decidir libremente. Porque es la verdad lo que mantiene una relación honesta y sin daño para alguien.
Hay personas a las que no podemos decirles la verdad porque son incapaces de escucharla o porque precisamente no la necesitan. Lo más importante es saber elegir quien necesita, merece, o debe saber la verdad. Y en el momento adecuado, pues no tenemos derecho a comunicar a un compañero de trabajo un ascenso el día en que a él lo despiden. Algunas personas tienen un instinto especial para decir la verdad justa en el momento equivocado. Pero decirla no los hace más honestos, solo los hace más crueles.
Importa no solo lo que uno dice, sino también como lo dice. Y una verdad dicha por una razón equivocada puede hacer más daño que una mentira dicha por la razón justa, es decir, debemos decir la verdad por una razón amable: para reconfortar a alguien, para ayudarlo, para darle la oportunidad de dar su propia respuesta. Decir una verdad por una mala razón siempre produce un dolor mayor.
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