Viernes 2
- La impermanencia. Llego al Día de muertos, esta fiesta fundamental en la cultura mexicana del centro y sur del país, procesando el fallecimiento en menos de cinco días de dos cuates más jóvenes que yo, ambos víctimas de infartos fulminantes. Curiosamente, los dos se conocían por tener en común el equipo de futbol en el que juega mi hijo. Estos decesos, que vistos friamente son muy buenos por la virtual ausencia de dolor y de conciencia del fin, me resultan "shockeantes" por la aparente falta de oportunidad ("todavía no le tocaba") y, sobre todo, porque ambos dejan hijos en edades en las que un padre es indispensable e insustituible. Descansen en paz Héctor y Humberto.
- Más sobre impermanencia. En estos días, también, he vuelto a probar el sabor amargo del desencuentro. ¡Qué difíciles pueden llegar a ser las relaciones entre los seres humanos! Cuando el código compartido pierde funcionalidad se rompe la comunicación, misma que sólo puede restablecerse haciendo uso precisamente de ese código que ya no sirve. ¡Triste paradoja! Y como las personas normalmente no disponemos de códigos alternos (como la música o la poesía) y no funcionamos en "modo a prueba de errores", el asunto puede volverse de hecho irresoluble. En fin, todo pasa.
- Aforismo kafkiano. "Si hubiera sido posible construir la Torre de Babel sin tener que escalarla, su construcción habría sido permitida". Franz Kafka. Aforismos de Zürau.
Domingo 4
- Tengo la creencia de que nuestros muertos se nos acercan cada vez que los recordamos. La evocación tiene capacidad de convocatoria. Pensamos en ellos y eso que hace que, casi siempre gustosos, se aproximen a este plano de la existencia a compartir nuestras alegrías y éxitos, o a compadecerse de nuestros sufrimientos y fracasos. Por aquí andan en tanto hagamos memoria de ellos; nos acompañan, nos aconsejan, a veces nos echan una mano. Cuando ya no queda nadie vivo que los recuerde, o por quien ellos sientan afecto o interés, se buscan qué hacer en ámbitos alejados de este mundo material y acaban no volviendo.
Cuánta razón tienes en tu comentario del domingo 4. Independientemente de que te mando un abrazo fraterno y cordial por la pérdida de tus dos cuates, no puedo dejar de comentar lo paradójico de la fecha del día de muertos.
ResponderBorrarPor un lado, a estas alturas de la vida, ya son muchos los que han partido y uno recuerda con nostalgia y cariño.
Por otro, el día de muertos es mi cumpleaños, y también de mi hermano, que tuvo el mal gusto de nacer el mismo día, un año después.
Así que nuestras fiestas infantiles eran adornadas por flores de cempasúchil, calaveritas de azúcar, papel picado con diseños de esqueletos, y los pasteles -uno para cada festejado- eran sendos panes de muerto enormes.
Además, no había clases ese día, y a nadie se le olvidaba; no sólo por la curiosa fecha para nacer, sino porque éramos dos.
Bueno; más abrazos.
Enrique Vigil
Gracias por el comentario, maestro, y muchas gracias por el dato para Ripley. Eso de nacer dos hermanos el mismo día ya es de llamar la atención, pero ¡en día de muertos!
ResponderBorrarAprovecho para felicitarte por el cumpleaños, con atraso, y mandarte un abrazo por anticipado, mismo que te daré cuando finalmente nos organicemos la comida pendiente.
Sea.
ResponderBorrarSalvador; hablas de desencuentros, pero que saborsos son los "encuentros" que por no ser pensados ni tan esperados saben mejor...
ResponderBorrarEn fin, el día de muertos es para vivirse y a veces ¡está de muerte!
besos
esperoque regreses bien de Santiago y CON tu maleta