Starbucks. Estoy haciendo tiempo, antes de entrar a junta con un cliente, en el “estárbucs” de un edificio que se encuentra en Periférico, entre Reforma y Palmas, frente a las vías. Es temprano, y mucha gente se detiene a comprar su (caro y no necesariamente buen) café antes de llegar a sus oficinas. Igual algunos pasaron a “checar” y se escaparon por el café, ganándole unos minutos de recreo a la jornada laboral. Ante mi veo desfilar una fauna interesante, básicamente integrada por jóvenes profesionales, con toda seguridad empleados de los corporativos de la zona, muchachos de traje oscuro, sin rasurar y peinados-despeinados, chicas arregladas con notable meticulosidad, un grado menos que sofisticadas, con ese gesto de insatisfacción crónica tan común hoy día entre las mujeres con responsabilidades laborales. Cada quien desempeña su papel en la escenografía estarbuquiana –recuerdo a E. Goffman-, este pedacito de civilización. Del otro lado del mostrador, muchachos sonri...
Espacio para informar, reflexionar, dialogar y, en ocasiones, desvariar en torno a la interminable serie de conversaciones que constituyen la esencia de las organizaciones.