El fomento de la identidad, identificación y sentido de pertenencia es una solicitud que con mucha frecuencia nos hace la gente de empresa a los comunicadores. Para quienes no entienden del tema, este encargo suele verse como algo en la línea de lo soft, que se resuelve con unas cuantas medidas casi cosméticas y quizá con algún esfuerzo de “relaciones públicas internas” (una “convivencia”, tal vez).
Pero las cosas no son tan fáciles porque se trata de fenómenos diferentes, aunque vayan de la mano, cuyas causas son multifactoriales y que presentan dificultades para evaluarse. En otra ocasión profundizaremos en el tema, pero de entrada es evidente que salvo raras excepciones -como Coca-Cola, Procter & Gamble, Ford, Pemex- las organizaciones no son entidades partir de las cuales pueda construirse una identidad sana. Tampoco resultan comunidades que ofrezcan elementos en los cuales anclar con un mínimo de solidez las necesidades de identificación y pertenencia; y más vale no intentarlo porque mañana mismo te pueden dar una patada en el trasero y ponerte en la calle sin mayores miramientos.
No es un asunto soft, no se resuelve con eventos y actividades de RRPP y no se logra de la noche a la mañana. De hecho, si se hacen mal las cosas en materia de comunicación y gestión de recursos humanos es muy alto el riesgo de producir ele efecto contrario: evidenciar las carencias y las limitaciones para subsanarlas.
Es bastante menos compleja la promoción de la identidad y el sentido de pertenencia cuando se trata de una comunidad como la asturiana, con una cultura sólida, de gente educada y con niveles de vida envidiables, y viviendo en un entorno de una belleza absoluta, inefable.
Como dice el himno de la comunidad: “Quien estuviera en Asturiaaaaas, en todas las ocasioneeeeesss…”
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