Barak Obama es un gran comunicador, seguramente porque es un gran tipo. Cada vez que se aleja un poco de la solemnidad ceremonial inherente a su cargo aparece como un hombre cálido, encantador y sobre todo humano. Ahí está la clave de su atractivo en imágenes que dan la vuelta al mundo (recordemos el saludo de mano a un guardia en Londres, o su saludo a un empleado de intendencia en la Casa Blanca): en su capacidad de lucir humano.
No soy tan ingenuo como para perder de vista que detrás del Presidente de los Estados Unidos hay una maquinaria de comunicación, manejo de imagen y relaciones públicas poderosa y bien aceitada. Igual que detrás de sus opositores de ligas mayores. Por eso, entiendo que nada de lo que aparece en los medios es gratuito ni casualidad. Pero hay muchos otros políticos en el mundo con recursos equivalentes que jamás lograrían dar el tono personal que alcanza Obama, como sucede con Mariano Rajoy (no se diga el Rey Juan Carlos), Enrique Peña Nieto, AMLO, el grandilocuente (un payaso, para mi) Hugo Chávez o (la insufrible, también a mis ojos) Cristina Fernández por poner solo unos pocos ejemplos. En el otro extremo, entre los que sí parecen personas ubico a Lula da Silva y a José Mujica, el actual presidente uruguayo.
Lo anterior viene a cuento porque en esta ocasión la nota surge de una visita que hizo Barack Obama al College Heights Early Childhood Learning Center de Decatur, Ga., durante una gira en la que se encontraba promoviendo su agenda educativa. Las fotos son muy buenas.
La niña no parece mayormente impresionada ante la cercanía del presidente de su país.
Aquí se ve compungida.
El presidente hace su mejor esfuerzo.
Al final logra hacerla participar. El afroamericanito (hay que ser políticamente correctos) de la izquierda se ve más despierto.
“Mejor juego con este, que al menos me pela”.
Se la jugó el presidente atreviéndose a tocar a los niños. En Estados Unidos por mucho menos que un abrazo a un niño puedes ir a parar a la cárcel. Pobres ¿no?
Estas imágenes, que tomé del Huffington Post y del Nuevo Herald valen oro en términos de opinión pública.
Como comunicador, no buscaría algo así con Enrique Peña Nieto por dos razones: no creo que lograra una expresión creíble ni que consiguiera provocar manifestaciones de gusto y confianza entre los niños. Su comunicación no verbal es más bien limitada. Además, sus contactos con la educación en más de una oportunidad han sido muy desafortunados. Tampoco imagino a Elba Esther Gordillo jugando con los pequeñines en un kínder; dudo mucho que pudieran dominar el miedo…
En el plano de la comunicación corporativa, podría ser útil e interesante tener imágenes de un CEO interactuando con la chiquillada en una escuela, sobre todo si se trata de un plantel al que la empresa destina recursos provenientes de su presupuesto de responsabilidad social. Pero, con muy pocas excepciones, a los directores generales y presidentes de empresas que yo conozco les costaría mucho trabajo verse creíbles.
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