1. Diferentes enfoques ante el problema
Ayer tuve que apersonarme en dos de mis empresas-cliente. Digo "tuve que" porque habría preferido no hacerlo. Yo también tengo miedo al contagio y habría estado más tranquilo trabajando desde la seguridad de mi casa, pero estamos en una situación de crisis y cada uno debe hacer lo que tiene que hacer.
En la primera de las empresas que visité encontré un control muy estricto de la situación: absolutamente nadie sin mascarillas cubrebocas, no se admitían visitantes cuya presencia no fuera indispensable, se evitaban las reuniones numerosas y la gente por ningún motivo se tocaba.
Estuve allí el tiempo indispensable, alrededor de 20 minutos y salí favorablemente impresionado y con una razonable certeza de que si contraía la enfermedad no habría sido en esas oficinas.
Unos minutos más tarde, fui requerido para acudir a una reunión imprevista, al menos por mi, en otra compañía. Allí viví el otro lado de la moneda. N-a-d-i-e usaba un cubrebocas, no hubo saludos con beso pero sí apretones de manos; estuvimos reunidos más de dos horas, apiñados en una pequeña mesa de una oficina en la que el aire acondicionado a tope nos tenía helados. Curiosamente, lo que hicimos fueron los comunicados internos para informar al personal de la situación y de paso invitarlo a cuidarse.
Fue en ese lugar, en un vigésimo sexto piso, que "me agarró" (como decimos en México) el temblor de 5.7 grados que vino a coronar la desagradable situación en que nos encontramos los habitantes de esta ciudad. "¿Qué más nos falta?", "¿qué más nos va a pasar"?, decía la gente entre asustada y desesperada.
Abandoné esas oficinas con preocupación: ¿habré contraido la influenza? Qué diferente forma de manejar la situación.
2. Una ciudad fantasma
La ciudad de México, siempre bulliciosa, luce semi vacía durante el día, recorrida por fantasmas enmascarados y gente con el temor marcado en el gesto. El futuro nos alcanzó. Nunca respetamos el aire (ni el agua, ni la tierra... pero eso es harina de otro costal) y ahora es del aire de donde principalmente nos viene la amenaza. Al anochecer, sin cines, cafeterías ni restaurantes el Distrito Federal es un pueblo fantasma. El movimiento se concentra en los hospitales, las 24 horas abarrotados de gente ansiosa por diagnosticarse.
3. Más pobres, más jodidos
La economía se desploma, inexorablemente.
La ocupación hotelera en la Ciudad de México se ubicó ayer entre cinco y 10 por ciento, algo no visto desde el terremoto de 1985.
Las ventas de restaurantes y expendios de alimentos condimentados cayeron el pasado fin de semana entre 80 y 90 por ciento.
No menos de 10 por ciento de los extranjeros que planeaban venir a México por vía aérea durante la última semana de abril y la primera de mayo, decidieron cancelar sus vuelos por temor a la epidemia de influenza porcina.
4. Cifras de hoy
La cifra oficial esta mañana: 1,995 casos; 149 muertos, 776 hospitalizados y 1,070 dados de alta.
5. Escepticismo con sabor local
Me cuenta mi amigo y compañero de trabajo Jorge Sosa que esta mañana, al salir del edificio en el que vive, se encontró con el conserje, que no llevaba cubrebocas. Al saludarlo, cortesmente (como es su estilo) Jorge le hizo ver con un gesto que no tenía puesta la protección y le preguntó "¿qué pasó?". La respuesta del conserje fue: "Naaaaa, ¡puro chupacabras!"
Comentarios
Publicar un comentario