Hace poco más de doce años, tuve el privilegio de colaborar con Coca-Cola FEMSA en la identificación y difusión de los elementos de su cultura corporativa. Fue una experiencia inolvidable, que marcó mi práctica profesional y de cuyos resultados todavía hoy me siento orgulloso. Entre las muchas satisfacciones que me dio ese proceso hay una que recuerdo con particular gusto: la sorpresa de llegar a la planta embotelladora de Juchitán y encontrar en sus muros la visión, misión y valores de la empresa escritos en zapoteco.
Resulta que a algún colaborador se le ocurrió que dada la gran cantidad de empleados cuya lengua materna era el zapoteco, la trasmisión de información tan importante para la empresa y sus integrantes debería ser bilingüe. Al parecer, convenció al responsable de Recursos Humanos pero se topó con la limitación de que los materiales de apoyo eran corporativos y por ello producidos centralmente y sólo en español. El problema se resolvió contratando a un rotulador para que pintara en las paredes del patio de la planta las versiones en ese idioma.
No pude saber qué tan buena era la traducción, pero recuerdo que le pedí a alguien que me la leyera en voz alta y me sonó de una musicalidad y una dulzura que de ninguna manera tenían en castellano. Me pareció excelente la idea de llevar contenidos como esos a la lengua local, sobre todo porque supe que los trabajadores de la embotelladora lo valoraron muy positivamente, y volví a casa pensando que sería bueno hacerlo en otras localidades en las que siguieran vivos los idiomas indígenas. Nunca antes había hecho comunicación interna en una lengua autóctona. No me fue posible repetir la experiencia, por diversas razones.
Por eso, me ha llamado la atención el texto que publica hoy en su columna Lo que quiso decir, de Animal Político, Rubén Aguilar sobre la pérdida de las lenguas en nuestro país. Lo copio íntegramente con el beneplácito del autor.
Se pierden las lenguas originales
Los lingüistas estiman que se hablaban 420 lenguas distintas en el momento de la conquista en el territorio que ahora llamamos México. Casi 500 años después todavía permanecen 89 de ellas, pero algunas en franca etapa de extinción, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010.
Ahora existen nueve lenguas que hablan menos de diez personas, diez lenguas menos de cien y otras 16 lenguas menos de 1,000. Estas 35 lenguas van a desaparecer en el muy corto plazo. Otras 38 lenguas las hablan comunidades entre 1000 y 99,000 integrantes y sólo 16 lenguas son habladas por más de 100,000 personas.
En el país hay 6.7 millones de mexicanos de más de cinco años que hablan alguna lengua original o indígena, de acuerdo al Censo. En términos absolutos el número de estos hablantes crece, pero se reduce su peso relativo. En 1990 hablaban alguna lengua original 5.3 millones y 6.0 millones en 2000, pero en 1990 era el 7.5 % de la población, 7.1 % en 2000 y 6.7 % en 2010.
Las lenguas con el mayor número de hablantes son: el náhuatl con 1.5 millones (Guerrero, Hidalgo, Puebla, San Luis Potosí y Veracruz); el maya con 780 mil (Yucatán, Campeche y Quintana Roo); el mixteco con 472 (Oaxaca). Le siguen en importancia el tzeltal y tzotzil (Chiapas).
Las lenguas con menos de diez hablantes son: el chinanteco de Lalana, de Sochiapan y de Petlapa; el popoluca de Oluta y de Texistepec; el zapoteco del Rincón; el mixteco de la zona mazateca y también el ayapaneco. Entre las 16 lenguas con menos de 1000 hablantes destacan: el paipai, el kumiai y el cucapá (Baja California); el cakchiquel y el jacalteco (Chiapas, Campeche y Quintana Roo); el seri y el pápago (Sonora); el kikapú (Coahuila)
El mayor porcentaje de hablantes de lenguas indígenas está en los estados de Oaxaca donde representan el 34.2 % de lo total de la población; Yucatán, el 30.3 %; Chiapas el 27.2 %; Quintana Roo, el 16.7 %; Guerrero, el 15.1 %; Hidalgo, el 15.1 %; Campeche, el 12.3 %; Puebla, el 11.7 %; San Luis Potosí, el 10.7 % y Veracruz, el 9.4 %.
La pérdida de algunas lenguas es ya inevitable, pero otras podrían conservarse con el esfuerzo decidido de las comunidades que las hablan y también de los gobiernos federal, y estatal y municipal. Cuando deja de existir una lengua con ella muere también una cultura y todos nos hacemos más pobres.
Rubén Aguilar Valenzuela: Socio fundador de Afan Consultores Internacionales, S.C. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor en el Departamento de Comunicaciones y Ciencias Políticas de la Universidad Iberoamericana.
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